El arte que se siente II

«Por bella que pueda ser la entonación de un grito de dolor, no se puede desear seguir oyéndolo; es más humano desear curar el dolor»

Simone Weil

Hace algunos días escribía un texto en el que decía que el arte se vuelve más humano en tanto que da más rienda suelta a la expresividad humana, al dolor que llevamos dentro. Y sigo sosteniéndolo. Aunque hace poco estaba leyendo el texto de Echar raíces de Simone Weil, y me encontré con esa cita que a primera vista podría parecer que contradice a mi idea, pero realmente no es así.

La idea de Weil, según yo la entiendo, hace referencia a una cuestión más moral y social, mientras que la idea que yo escribí se refiere más al ámbito estético y artístico. Lo de Weil se refiere al compromiso con los más desafortunados, al hecho de que el dolor ajeno no puede sernos indiferentes y que debemos poner todo lo que esté a nuestro alcance para tratar de disminuir el dolor en el mundo. Mientras que lo que yo escribía hace referencia a que el dolor en el mundo es algo inevitable, es algo inherente a la condición humana y que el arte es uno de los mejores catalizadores de dicho sentimiento.

Sostengo ambas ideas: debemos luchar contra el dolor propio y ajeno, reducirlo hasta lo más mínimo posible, pero aún así siempre habrán remanentes, residuos de dolor que por medio del arte pueden transformarse en belleza.

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